lunes, 5 de diciembre de 2016

Indefensión Aprendida

Hay tantas realidades como personas. 

Realidades que son percibidas de maneras distintas por dos personas que están prácticamente en el mismo ángulo de visión. Realidades creadas a partir de un prisma en concreto y ya no decir realidades manipuladas por interés de ciertos individuos. Podría(mos) estar hablando de ello hasta quedarnos sin visión y aún así nos quedaríamos con la sensación de habernos dejado algo, con total seguridad.

Hoy me referiré a mi misma, en un tema concreto que se está convirtiendo en recurrente, aunque eso despierte mucha incomodidad en mi. Es mi realidad y la percepción de ella es totalmente expuesta a infinitas variables (fisiológicas, psicológicas, largo etc.) cuando el suceso acontece.

Aquí os expongo de manera rápida una de las situaciones:

Salgo del ferrocarril (fgc) concentrada en encontrar el billete suficientemente rápido como para no entorpecer a la persona que venga detrás de mí. Pico con la eficiencia que te otorga la rutina y noto que alguien me empuja por detrás para poder pasar.
Otras veces no me han empujado, pero el hecho es el mismo. 

Si esa persona debe colarse por motivo X, como mínimo que pida permiso.

¿Qué hacemos el 90% de las veces? Ser pasivxs. "Uy, se ha colado, me incomoda pero paso." Este pensamiento evitativo se podría dar en mil situaciones incómodas del día a día que, sobretodo las mujeres, dejamos pasar para no "incomodar".

Pues no, estoy harta. Y como tal, no tolero que alguien me empuje para colarse.

Y es ahí cuando surge el conflicto: el 90% de las veces han sido hombres que me miran con superioridad y me insultan o se me encaran. El último me dijo textualmente: "yo hago lo que me sale de los cojones".

Ha habido cierta intención de agresividad física, pero hasta la fecha no se ha materializado.

Me pregunto si eso se lo hubieran hecho a un hombre (eso sobretodo, una mujer se supone que es sumisa-pasiva y en ningún caso se encara) de 1'80, con complexión normal o robusta.

Yo, una mujer de 1'65 a los sumo, no soy más que un ente débil e inofensivo. Carne de insultos e infravaloraciones por el hecho de serlo.

Y estoy harta. Y me hace ser consciente de como un hecho tan pequeño puede llevarte a pensar qué indefensas nos sentimos y nos hacen sentir. 

Y lo peor es que esa indefensión, en muchos casos, es aprendida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario